Es el día de la graduación.
Las alumnas y alumnos de Administración y Dirección de Empresas de la Universidad de Barcelona finalizan su carrera tras 4 años de estudios y grandes momentos.
Y ahí están Belén y Sara.
Dos grandes amigas -que irás conociendo a lo largo de este relato- desde que se conocieron en la escuela con 6 años y dos gotas de agua en términos académicos: misma carrera, calificaciones, profesores, amistades y retos.
Sin embargo, hay algo en lo que no se parecen tanto: su vida laboral tras la graduación.
Cualquier persona diría que Sara lo tendrá fácil.
Su madre, socia fundadora de una importante asesoría en la ciudad, tiene preparado para ella un puesto con un buen sueldo y grandes opciones de futuro si cumple con las expectativas.
Belén, en cambio, parece que lo tendrá muy complicado.
No tiene contactos, mucho menos un familiar que le asegure un puesto ni ninguna otra opción que le brinde una oportunidad a una persona recién salida al mercado laboral.
Es algo que inquieta un poco a Belén y en la cena de graduación lo comenta con Sara.
—Voy a echar de menos la universidad. ¿Tú no?
—Ya ves. Con lo bien que lo pasamos, ¡eh!
—Claro. Por lo bien que lo pasamos y porque lo único que nos preocupa es estudiar. Ahora toca buscar trabajo y me da un poco de miedo. Ya sabes cómo está la cosa en mi casa.
—No te preocupes. Que algo saldrá. Eres de las mejores de toda la promoción.
—Eso espero… Pero bueno… ¿Y tú qué?
—Yo la verdad es que tengo suerte y estoy muy tranquila. En cuanto termine aquí me pondré a trabajar con mi madre porque me va a incorporar a la asesoría.
—¿En serio?
—Sí. Me ha dicho que empiece a trabajar con ella para que en un futuro sea yo quien la lleve y ella se pueda jubilar tranquila. Por eso quise estudiar esto, ¿no te acuerdas?
—¡Qué suerte! Me alegro por ti. Claro que me acuerdo, lo que no sabía es que te fuera a contratar nada más acabar.
—Sí, je, je, je. No me puedo quejar.
—Ojalá yo tuviera algo así. Qué mala suerte.
»Por cierto… ¿por casualidad no habrá otro puesto para alguien como yo? —preguntó Belén, medio en broma, medio en serio.
—Lo siento, pero solo hay una vacante en la empresa de mi madre y es la que voy a ocupar yo. Si le pregunto sobre esto me dirá “Sara, ¡que no somos una ONG!” —respondió Sara con un tono jocoso.
—Bueno, bueno. Tú acuérdate de los que hemos estado siempre contigo cuando triunfes, ja, ja, ja.
Después de esta conversación no volvieron a hablar del tema y siguieron la cena y la fiesta como cualquier joven de su edad.
No hace falta dar detalles.
Fue una noche memorable, se despidieron todos y quedaron en volver a verse todos los meses en pleno momento de exaltación de la amistad.
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